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lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Por qué tengo "miedo a ganar" en el pádel?

¿Juegas mucho mejor en los entrenamientos que en las competiciones? ¿En los entrenamientos te encuentras más libre y relajado y luego en la competición te asaltan las dudas o indecisiones sin saber por qué? ¿Te sientes muy ansioso o asustado cuando compites? ¿Pierdes la concentración o tienes lapsos mentales durante momentos críticos del partido?

Si te preguntan: ¿qué tienes más miedo a ganar o a perder tu partido?... ¿Cuál sería tu respuesta? Seguramente, diríamos todos "miedo a perder"... porque "todos queremos ganar"...¿no?...O, ¿no?... O, ¿sí...? Pues ...¡¡no sé...!!
 
 
¿QUÉ ES EL "MIEDO A GANAR"?

“Nikefobia significa literalmente miedo a la victoria, fenómeno por el cual el atleta rinde más en entrenamiento que en la competición, falta sistemáticamente a los eventos deportivos más importantes y falla cuando está a punto de conseguir una victoria casi segura.”(Tamorri, 2004).

Según esta definición, podemos concluir que el jugador de pádel falla en los momentos importantes de su juego, es decir, en las situaciones que tiene que demostrar y dar lo mejor de sí, cae, se equivoca, pierde, no rinde adecuadamente o no da la talla. Esto sucede desde las etapas formativas, hasta los más altos niveles competitivos.

Cuando el jugador de pádel comienza a practicar este deporte, bien por salud, por diversión o porque quiere "hacerse un hueco" en su club, no tiene que "rendir cuentas" a nadie, simplemente, aprender y disfrutar de este maravilloso deporte. Sin embargo, cuando ya hemos alcanzado un "cierto nivel de juego", bien nosotros o desde el exterior, nos exigimos ciertos resultados... Aquí comienza a gestarse este "miedo o "fobia irreal" sobre las garantías que ofrece nuestro juego.
 
¿CUÁLES SON LAS CAUSAS DEL MIEDO A GANAR EN EL PÁDEL?

1. EXCESO DE PRESIÓN.

Cuando jugamos una competición, normalmente, la jugamos para ganar. Es en este punto cuando introducimos este elemento llamado "presión" y que condiciona de una forma absoluta nuestro rendimiento deportivo en la pista. Ya no jugamos para divertirnos, ni para mejorar, sino que nos EXIGIMOS GANAR los puntos y NO FALLAR LAS BOLAS FÁCILES.
 
Esta presión puede tener su origen en el propio jugador de pádel, que se autoexige ganar y rendir al máximo siempre; o bien, puede venir del exterior, de su entorno, de sus compañeros o compañeras de pádel, de los patrocinadores, de sus amistades... etc. Es muy importante determinar el origen de la presión, especialmente en los jugadores menores, ya que la familia y el entorno tienen un papel determinante sobre el efecto de la presión en el juego (miedo al "qué dirán"...).


2. FALTA DE CONFIANZA.

La confianza es la seguridad en uno mismo de que "va hacer lo que tiene que hacer". En la mayoría de los casos, existe una falta de convinción de que nuestro juego "realmente" puede demostrar nuestro potencial. No tenemos plena confianza en nosotros mismos... DUDAMOS, y la duda "siempre" hace que fallemos en los momentos decisivos. En el pádel, como en todos los deportes, hay un aspecto que no se discute: SI DUDAS, FALLAS.

En muchos casos, nos hemos sentido "parados" sin iniciativas en el juego, sin esquemas claros de cómo afrontar una bola. Una de las causas es la falta de confianza en nosotros mismos. No nos creemos capaces de afrontar esas situaciones y nos "paramos", no actuamos como desearíamos. No damos el paso hacia adelante, y no nos lanzamos sin miedo hacia el juego que queremos desarrollar.
 
 
3. EXCESO DE TENSIÓN.

Cuando comienza la competición, comienza la tensión. La mayoría de los jugadores de pádel se ponen "tensos" ante una competición, desde los niveles más amateurs hasta la alta competición. La competición genera tensión por sí misma. Sin embargo, no hay razón para sucumbir a los nervios. En una situación tensa, tendemos a apresurarnos en nuestro juego.

Puede ocurrir que el exceso de tensión nos "acelere" los golpes y, como consecuencia, nuestra ejecución no sea correcta y fallemos bolas fáciles que, en condiciones "normales", no fallaríamos nunca. ¿Y qué ocurre cuando fallamos las primeras bolas fáciles por culpa de la tensión?... Pues que aumentamos más la tensión, de tal forma que terminamos "desquiciados", muy tensos y perdemos el control de nuestros golpes y nos cansamos mucho más. Es un feedback negativo que nos lleva, irremediablemente a la pérdida de control de nuestro juego.



4. DESCONTROL EMOCIONAL.

¡Cómo perdemos los nervios! Muchas veces, ni tan siquiera nos reconocemos. Pasamos de un estado de bienestar emocional a un estado de "malestar y angustia emocional". En unos segundos, sin saber el motivo, nos sentimos mal, angustiados, desorientados y con niveles elevados de ansiedad. ¿Pero yo no había venido a jugar un partido y pasármelo bien? ¿Por qué me siento mal y no disfruto del partido?... 


Pues porque hemos perdido el control de nuestras emociones, hemos pasado de un estado de excitación y calidez emocional propio de la afrontación de retos, a un estado de angustia y desesperación propio de la "huida" y del "miedo". Si pudiéramos... desapareceríamos de la pista. 


Este falta de control emocional conlleva un aumento de tensión, ansiedad y precipitaciones que contribuyen a fallar las bolas decisivas.




5. EXCESIVOS PENSAMIENTOS NEGATIVOS.

La experiencia, el "mirar hacia atrás", no siempre es positivo. En muchas ocasiones, tendemos a "recordarnos" que no hemos sido capaces de sacar adelante partidos que "teníamos ganado".


Nos "encerramos" en "otra vez va a ocurrir"..., "la voy a volver a fallar"..., "están todos mirando y voy a hacer el ridículo"..., "todos esperan que gane con facilidad"... Si estamos sumergidos en estos pensamientos difícilmente podemos ejecutar movimientos y golpes ganadores. Tendemos a "amarrar" y cuando tenemos la oportunidad, no nos atrevemos ya que "anticipamos" el error.


Somos muy "duros" con nosotros mismos. Nos juzgamos negativamente, mientras que valoramos positivamente al adversario.



6. DEMASIADA RESPOSABILIDAD.

Tenemos que dar una "imagen". Suele ocurrir que tenemos un "cliché" de lo que debemos desarrollar conforme a nuestro nivel de juego, es decir, una "responsabilidad mal enfocada" sobre nuestros resultados. Queremos satisfacer a los demás y que nos reconozcan, no defraudarlos porque esperan mucho de nosotros mismos... Entonces... ¿yo para quién juego?

Tenemos la sensación que no hacemos lo que queremos, sino lo que "quieren" los demás. Esta ambigüedad nos impide "soltar" el brazo, tomar iniciativas, asumir riesgos y jugar agresivos cuando se nos presenta la ocasión. La frase "tengo que..." es sinónimo de "seguro que fallo..." . Y se cumple.
 

 

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