Una buena preparación física tiene su base en tres pilares fundamentales: el entrenamiento, la nutrición y el descanso o reposo. Ésta consideración es algo que siguen rigurosamente los jugadores de alta competición. Más aún en la temporada de competición, en la que los cuadros y emparejamientos están tan igualados que los jugadores que marcan la diferencia son los más disciplinados en las áreas antes mencionadas.
Una buena preparación física tiene su base en tres pilares fundamentales: el entrenamiento, la nutrición y el descanso o reposo.
Ésta consideración es algo que siguen rigurosamente los jugadores de
alta competición. Más aún en la temporada de competición, en la que los
cuadros y emparejamientos están tan igualados que los jugadores que
marcan la diferencia son los más disciplinados en las áreas antes
mencionadas.
El entrenamiento físico es importante porque permite al jugador
que lo realiza llegar más y mejor a la pelota, posibilitándole ganar
tiempo en la definición de las jugadas y anticiparse con mayor autoridad
a sus rivales. Con este entrenamiento se verá favorecida su velocidad de reacción y la resistencia durante un partido, con lo que podrá mantener un mismo nivel de condición física
durante el juego. Su desgaste será menor porque lo ha entrenado; y al
ser menor podrá aplicar el golpe con una mejor técnica y táctica, al
disponer de más tiempo de reacción que los rivales.
Otra de las cualidades que destacamos los preparadores físicos acerca de la necesidad de entrenar es que previene las lesiones. En pádel, las lesiones que habitualmente más sufren los jugadores afectan a las rodillas y al codo del brazo con el que se juega. El calentamiento previo a un partido y la realización de ejercicios de flexibilidad
reducen el riesgo de lesiones, y el entrenamiento permite amortiguar
los esfuerzos continuados de los músculos durante un punto o partido.
Agradecimiento:
Otro argumento a favor de la preparación física que esgrimen los preparadores de pádel es que se alarga la vida deportiva de los jugadores. La constancia y disciplina
en la realización de ejercicios diarios, la distribución de éstos, el
efectuarlos antes y después de la disputa de los partidos, beneficia
claramente al organismo y facilita la recuperación tras el esfuerzo.
Hoy en día, el entrenamiento físico está cada vez más individualizado y se adapta a las características de cada jugador en función de su complexión muscular, altura y coordinación combinándolo con otras habilidades motrices básicas como son la resistencia, la fuerza, la velocidad, la flexibilidad... capacidades que hay que entrenar diariamente, tanto en el gimnasio como en el campo, para conseguir un equilibrio y una puesta a punto que permita al jugador optimizar su juego.
La planificación de la temporada se divide en macrociclos y microciclos
de trabajo, según el calendario. El primer macrociclo es la
pretemporada, que dura entre 6 y 8 semanas. En esta etapa se entrenan
todas las capacidades físicas al máximo para poder lograr una
base que permita al jugador entrenar y competir toda la temporada. Las
cargas en este ciclo son máximas y requieren un gran esfuerzo por parte
de los jugadores, ya que también es el periodo más tedioso.
A partir del inicio del calendario de torneos, se comienza con
microciclos semanales, en los que se realizan trabajos más específicos
de cada una de las capacidades. En síntesis consistiría en:
SÁBADO, DOMINGO O LUNES: trabajo regenerativo.
LUNES: resistencia aeróbica y sala de musculación.
MARTES: potencia en gimnasio y velocidad en pista.
MIÉRCOLES: velocidad de reacción en pista y ejercicios de coordinación; velocidad en gimnasio.
JUEVES: estiramientos y movilidad articular.
La clave es la regularidad. Los jugadores profesionales
tienen claro que la preparación física es fundamental en su
entrenamiento y en su juego, y por ello la trabajan de forma regular y
exhaustiva.
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